martes, mayo 22

Aquel

Preparando la leña para después poner una olla con agua, se encontraba aquel. El café era perfecto en esa temporada, con sabor suave y sedoso. El tiempo pasaba lento, podían contarse las gotas que salpicaba cada grano de café al caer al burbujeante liquido.

Aquel había perdido ese reloj biológico, esa sensación de movimiento y tiempo. Todo se congelo en una imagen. Solo podía apreciar que la habitación de desmoronaba al paso de una niebla gris con olor a sangre y lodo, el piso desaparecía y caía, pero no lo sentía, nunca dejo de caer, ni al final de estas letras.

Junto a el su sillón rojo, acolchonado y arañado. Temblando y jadeando, movía sus dedos en busca de su taza. La encontró, vacía, como todo en su vida. Concientemente no encontró nada, tuvo que voltear atrás, donde su nuca parecía agrietada y mojada. Ya no estaba en si.

Frente a el una gárgola parecía custodiarlo, parpadeando lo escuchaba, callando lo callaba.

Hilos atados a sus dedos y a su lengua, dentro de sus ojos y en sus parpados, desde arriba lo ponían a conversar con la gárgola. No había tema de conversación, ni empatia ni gusto. Pero la charla se demoro tanto que se había olvidado del café.

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